Porque el miedo de perderlo todo con él, era más grande que el miedo a perderme
By B.M - junio 28, 2025
Hubo una temporada larga en la que no estuve enamorada.
A raíz de una depresión mayor en la universidad, caí en la desilusión tras el agudo pinchazo de la vida, muy tarde. Nunca consideré que fuera oportuno en los veintes enterarte de cosas dificiles de tragar de la vida. Lo hubiera preferido antes.
Quizá de eso se tratan los veintes.
Me encontraba sola por la vida, feliz y tranquila, la soledad, la plenitud, cuando nadie más tenía control sobre lo que sentía. Esa idea la aterricé con sorpresa en la primavera de este año, que mi soltería eterna no era más que un domo enorme de cristal que yo cree cuando la vida se me estaba yendo de las manos y todo ardía. El domo era mi espacio de paz, me protegía del pasto alrededor de la ciudad en llamas. Mi espacio en blanco.
Todo eran tan sencillo como descartar a quienes alborotaban mi paz. Lanzados fuera del domo.
Viví de ese modo 6 años. El conflicto a nadie le gusta, a mi tampoco, por eso cree mi domo de cristal. Acababa de afrontar una verdad sobre la cruel y misteriosa vida. No quería seguir sintiendo más.
Estaba negada a la idea de que la vida se tratara de sufrir. Pero precisamente esa fue la idea que hizo que al final sufriera más al tratar de entender porque la vida es tan horrenda. Me hizo más amarga con el tiempo. Me hizo cerrada. Y con ello, sellé mis emociones.
Si no existe, no me duele. Si me traicionan, me tengo a mí, ¡que va! que hagan lo que quieran, no me afecta porque así como vienen, van. Así como entran, los puedo descartar. No permitiría a nadie romper con mi paz.
En el fondo, muy en el fondo, si que sentía. Si que me importaba.
Sí que me sobrepasaba ¿y qué?,
Sí que me sentía sola,
Sí que quería arreglarlo todo con aquellos a quienes quería, y no refugiarme en el orgullo,
Sí que quería llorar,
Sí que quería amar,
quería ser amada y quería compartir.
La tibieza estaba tocando mis nervios y mi dolor en la espina dorsal y el corazón.
Todo es maravilloso cuando nadie perturba tus miedos, tus verdades, tus emociones, tu corazón.
Sí terminaba por importarme lo que otros hicieran, era estar abierta a posibles dolores que no sabía si podía soportar. Huía al minimo conflicto. Sí, he de aceptar que cuando uno va por la vida sola/o, todo es más comodo y eventualmente alcanzas la paz y la plenitud que no te ofrecen los vínculos con otras personas a largo plazo. Lo sé porque viví lo suficiente ahí y lo tibio dejó de ser tibio una vez, y comenzó a hervir.
El agua comenzó a evaporar y con ello sonó la tetera.
Lo tibio comenzó a hervir y desbordó con ello lo que no aceptaba durante el periodo de congelación; mis mejillas se calentaron, derritió en mí las defensas; cuando apenas miré hacia atrás y se encontraba él invitandome a bailar en aquella noche de diciembre.
Todo estaba derretido. Mi corazón palpitaba.
Me costó tiempo y errores admitir en una primavera, que por él, aceptaba lo que implicaba la aspereza de la vida. Que eso era lo que yo había querido desde hace mucho tiempo, sentir, amar, adorar... abrazar lo que a veces incluso duele.
Sentía el aire empujando con fuerza mi indiferencia,
sentía que las hiervas acariciaban mi fiereza,
sentía que la vida me estaba gritando incanzablemente,
festejando con orgullo como rompia el cristal.
¡Dios! le decía... como amaba a ese hombre, estaba tan enojada conmigo misma. Porque estaba dispuesta a renunciar a algo que jamás creí que iba a dar, el control de mi paz, por formar un camino repleto de aventuras, en dónde coexistía con agudos pinchazos de la vida.
Pero al final creo que solo dios y yo tuvimos claro en qué momento comencé a amar la vida y sus "cosas". Fue cuando me enamoré de él. Quizá nisiquiera era él amandome, como al final siempre resentí; si no la vida tratando de enamorarme poco en poco, mirandome con bastante miedo, bastante temblorosa, susurrandome al suplicio:
No pierdas esto por miedo a caer.
No pierdas nada por miedo,
No pierdas tu dulzura por miedo amar,
Por miedo a ser herida,
Por miedo a reconstruirte otra vez...
La vida está repleta de cosas, inevitablemente dolorosas, la vida es una tontera absurda, quizá en veces no tenga sentido nada, quizá es cruel, es verdad, tal vez sobrestimamos el concepto de la felicidad tanto que le hemos dado un control que no le pertenece.Vivir la vida por tu cuenta es gratificante, pero encontrar a alguien que junto a ti aprenda a resistir la adversidad, que reconozca la imperfección de esta, que te mire de frente y pueda decirte lo que es, lo que mira, lo que siente, lo que está dispuesto a hacer, que te avise cuando vaya a caer en tus brazos y lo vayas a sostener, que cuando tu caigas estará ahí él, que nunca te suelte al avanzar, que te permita errar, que le permitas errar, que quiera mejorar, que esté dispuesto a dialogar antes que la idea de perderlo todo, que le tenga temor a perderte sobre el temor a la vida y el temor a sentir, que sea tu complice, tu mejor amigo/a, dos en uno contra todo: entonces verás como el mundo lo tienen a sus pies.
En una primavera lo entendí.
Que no iba ser fácil. Pero estaba dispuesta a atravesarlo. Porque el miedo de perderlo todo con él, era más grande que el miedo a perderme.
Como al confiar, también es un riesgo, tampoco sabía que iba a errar.
Y en verano sucedió el dolor de sentir como dejaban mi corazón en mis manos. El dolor de estar dispuesta a todo con alguien dispuesto a estar solo.